Sobre la exhibición “Colapso Gravitatorio” de Yoshua Okón en Proyecto AMIL.

Desde el 26 de septiembre y hasta el 21 de diciembre del 2019, se presenta en Proyecto AMIL la exhibición “Colapso Gravitatorio” del artista Yoshua Okón, curada por Renzo Gianella. Se trata de la última exhibición que nos dará Proyecto AMIL en el CC Camino Real; contexto inteligentemente aprovechado para ofrecer una exhibición que sirve, también, como instancia de reflexión sobre el espacio donde operó AMIL por varios años.

La exhibición está compuesta por dos instalaciones de gran formato: “El nuevo centro” y “Saló Island” (2013). La primera de ellas está compuesta por una serie de réplicas de tiendas comerciales paradigmáticas como: Burger King, iShop, Nike, Crate&Barrel, etc… que tienen las fachadas intactas pero sus interiores totalmente calcinados. En ellos se ha dejado incluso una capa de ceniza que emana un aroma a destrucción. Perfume para pirómanos. La tensión que provoca es, extrañamente, relajante. No hay nada en estos interiores que me transmita una idea de tragedia pasada o por venir, de hecho lo siento mucho más acogedor que el entorno que rodea a la obra: el sótano del CC Camino Real. Empiezo incluso a sentir los tambores de cierto mantra neoliberal: toda crisis es una oportunidad¹. Imagino un especulador inmobiliario que ha tirado un fósforo en una casa vieja para forzar a sus inquilinos a vender un terreno devaluado tras años de abandono. Solo que ahora, el inquilino precario no es más el trabajador empobrecido, sino un modelo comercial desfasado desde el principio. Es harto conocido que lo que mató al CC Camino Real no fue el terrorismo sino la torpe aplicación del dogma neoliberal. Algunos pensaron que se podía hacer dinero sostenidamente vendiendo/comprando las tiendas en lugar de, como ocurrió en otras partes en Lima, arrendar y controlar verticalmente el modelo de negocio. Moraleja: el capitalismo solo rinde como dictadura.

La siguiente obra de la exhibición es “Saló Island” (2013), un estimulante proyecto instalativo montado al interior de una sala amplia con dos secciones diferenciadas. Con todo oscurecido, Okón nos transporta a un espacio sin tiempo. En primer lugar se ve en el suelo un grupo de ocho figuras humanas en miniatura, iluminadas desde arriba y congeladas en un tránsito desesperado hacia un ente luminoso que los llama como con un canto de sirena: el logo del banco norteamericano CHASE. La representación de los cuerpos no es aleatoria, comparten dos rasgos fundamentales, blancura y obesidad, en lo que debe ser la representación más tradicional del sujeto entregado al vicio del consumo. En el siguiente espacio vemos ahora una gran proyección sobre un écran instalado entre dos columnas, todo el entorno está iluminado tenuemente con una serie de filamentos LED azules que recorren el zócalo de la sala. Al dar la vuelta y ver el reverso del écran, vemos la misma proyección (pero invertida). Además, el entorno sonoro es el del video, una mezcla de un ruido grave intoxicante y el registro diegético de lo que vemos. En el video, del que se puede ver un fragmento aquí, se observa el recorrido (diría que hecho en auto) nocturno por un espacio que poco a poco va revelándose como un espacio comercial (en el texto indican que es el CC “Fashion Island” en Newport, California). En un momento cumbre del video, aparecen seis individuos desnudos que son paseados como perros, incluso algunos de ellos emiten ruidos similares a ladridos o se desplazan sobre sus cuatro extremidades. Al ver eso, no es difícil hacer la relación entre los perros-humanos y las figuras en miniatura que están en el espacio contiguo. Es decir, la continuación de una misma metáfora.

Sería un error, creo yo, quedarse en la superficie de la obra²; donde parece exhibirse el cuerpo de un consumidor al que hay que mirar con cierto desprecio o desde una cómoda posición moralista. Hay que entrar en la metáfora para buscar sentidos más allá del efecto aparentemente prediseñado. ¿Qué clase de experiencia crítica incita este proyecto? Supongo que muchas, muy diversas. Uno podría irse del espacio gratificado por lo lejos que siente al sujeto ahí señalado, pero sin tanto esfuerzo podemos también encontrarnos en esos cuerpos, donde se representa en negativo el arquetipo moral de lo que espera el neoliberalismo actual de nosotros como consumidores. Es decir, la obra nos habla también a través de nuestras pesadillas. Del consumer insight al consumer nightmare.

Si acaso pudiéramos sobrevivir el entrar a un agujero negro, de pronto nos quedaríamos con nada más que nuestra conciencia. Quienes han experimentado alguna clase de privación sensorial total, dan cuenta de un estado tipo trance plagado de alucinaciones, un cerebro incapaz de tolerar la falta de realidad. Eso es, para mi, la instalación de Okón. La representación trágica del intranquilo fuero interno del consumidor neoliberal promedio contemporáneo, de su máxima pesadilla: ser obeso, viejo, ordinario y dominado. Por eso no encuentro en esta instalación ningún tipo de mirada hacia el futuro, diría más bien que nos hace mirar el presente o incluso hacia un pasado cercano desde donde se disciplina la moral occidental contemporánea.

A mi juicio, la fuerza del proyecto radica en lo siguiente: propone un modelo económico que se alimenta de todo colapso. La crisis perpetua. Sin embargo, siento que el discurso curatorial puede caer en el tropo del fin-de-los-tiempos que me recuerda al “milenarismo inverso” que señala Jameson³, esa necesidad de sentirse testigo de un apocalipsis a la vuelta de la esquina; sentimiento muy adecuado, creo, para sostener nuevas narrativas un neoliberalismo no necesariamente enfocado en la promoción del hiper-consumo sino todo lo contrario: un consumo mesurado, dietético, eco-amigable, creativo, etc. pero capitalista a fin de cuentas. Individual y des-politizado.

Aún cuando no tengo ningún recuerdo del centro comercial Camino Real como lugar de esparcimiento y/o consumo (nací tarde para eso), está claro en mi memoria que se trata de una heterotopía⁴ fundacional del relato neoliberal en Lima. No solo como posibilidad de realización de la fantasía del ciudadano limeño clase-media-alta como consumidor del estilo de vida gringo en los 80, sino también porque su historia posterior dió cuenta del fracaso de un experimento comercial que no necesariamente es indicio de la crisis terminal del neoliberalismo contemporáneo; al contrario, habla de dicho modelo económico como un fenómeno heterogéneo que, con el tiempo, ha ido sofisticándose y también fusionándose con lo que alguna vez fuera su crítica.

Notas

[1] Sobre esto, recomiendo el libro de Philip Mirowksi “Never Let a Serious Crisis Go to Waste”.

[2] Quiero señalar que estoy intencionalmente ignorando la referencia a la obra “Saló o los 120 días de Sodoma” de Pier Paolo Pasolini que se anuncia en el texto curatorial. La razón, la extensión de este texto. Además, para la recepción de la referencia sería necesario haber visto la obra de Pasolini (que es fascinante, por cierto). Es otra ruta posible.

[3] Fredric Jameson habla de esto en su libro “La Lógica Cultural del Capitalismo Avanzado”.

[4] Heterotopía es un concepto propuesto por Foucault para hablar de un cierto tipo de espacio en la posmodernidad, uno donde se realizan múltiples discursos y se yuxtaponen diversas realidades. Dice: “También existen, y esto probablemente en toda cultura, en toda civilización, lugares reales, lugares efectivos, lugares que están diseñados en la institución misma de la sociedad, que son especies de contra-emplazamientos, especies de utopías efectivamente realizadas en las cuales los emplazamientos reales, todos los otros emplazamientos reales que se pueden encontrar en el interior de una cultura están a la vez representados, cuestionados e invertidos, especies de lugares que están fuera de todos los lugares, aunque sean sin embargo efectivamente localizables.” (“Espacios otros”, Michel Foucault, 1967).

Pueden ver más imágenes del proyecto en este enlace.